¿De dónde viene la palabra casino? Para los italianos, un casino siempre ha sido una casa de campo. ¿Y a qué se debe, entonces, la identificación entre casa de campo y casa de juegos? Pues el asunto no tiene demasiado qué rascar. El estamento aristocrático en épocas pasadas, además de dedicarse a cazar gamos y faisanes en la campiña por la mañana, se dedicaba a jugarse el dinero de noche al calor de la chimenea, convirtiendo así estas casas de campo a las que se desplazaban para dedicarse a la caza y a otros entretenimientos inocentes, en casas de juego nocturnas en las que pasar las veladas derrochando dinero y endeudándose hasta las cejas unos con otros.

Una vez profesionalizadas estas casas de juego y asentadas en la ciudad, mantuvieron el nombre, que ha llegado hasta nosotros rodeado de distintas connotaciones, unas buenas y otras no tanto, pero convirtiéndose finalmente en sinónimo de diversión, sobre todo desde que se construyeron auténticas ciudades dedicadas al juego. En la más famosa de ellas, Las Vegas, el lema que se escucha por todas partes es have fun: diviértete, pásatelo bien. Y muchas frases gloriosas que dan una pequeña idea de lo que puede realmente llegar a suceder: lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas. Y efectivamente, en una ciudad tan singular como esta, te puede casar un predicador vestido de Elvis Presley o te puedes encontrar con Julio Iglesias cualquier noche de estas cenando un filet mignon regado con una botella de Vega Sicilia.

¿Y solo se juega a la ruleta y al póker en los casinos o hay más cosas? Hay muchas más, montones de juegos clásicos, como las mesas de blackjack, de dados –esos que tiene que soplar una chica guapa para que te dé suerte-, de baccarat… Están también las tragaperras, otra de las imágenes icónicas de los casinos. Y cuando te has cansado de jugar, te puedes ir a ver un espectáculo de esos de sabor inconfundible, popularizados décadas atrás por artistas como Frank Sinatra, Dean Martin o Tom Jones.

Lo bueno de los premios del casino es que son directos, la pasta siempre circula en efectivo y es fresca. No hay que rellenar formularios de apuestas o comprar billetes de lotería o acercarse a una casa de apuestas para echar una quiniela. La mecánica es muy sencilla: compras fichas pagando en efectivo, te las juegas, pierdes –a veces también ganas (sarcasmo), y vuelves a la ventanilla a por más dinero.

Bien, esto último era broma. No se trata solo de jugar, aunque sea la principal razón para asistir a un casino. Mezclado con todo eso está el ambiente, la emoción, los crupiers, los camareros, las camareras, las miradas, las personas que andan de acá para allá…, los casinos son otro de esos iconos de la cultura occidental que han llenado centenares de páginas de la mejor literatura y metros de película del mejor cine.

Si no han entrado todavía en un casino, no deberían tardar mucho en hacerlo. Es un microcosmos especial y bizarro, que posee sus ritos propios, su ritmo de vida distinto a cualquier otro, sus personajes especiales… Si nunca han puesto una ficha en el tapete de la ruleta, háganlo, y verán cómo algo se les mueve dentro del estómago mientras la bola gira sobre la ruleta.

Y sobre todo, no parpadeen porque se lo perderán. Satisfaction guaranteed, que dicen en inglés.

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