EL póker es un juego donde el componente humano está siempre presente, donde los sentimientos suelen aflorar y tomar el control de los participantes. Cada persona soporta un cierto nivel de presión, y cuando traspasamos esa frontera, es muy difícil aprender a controlarnos, enfriarnos y volver a tomar control de nuestros actos.

Hay quien opina que los grandes maestros del póker no cometen errores, son duros como la roca y fríos como un témpano. Esto es, obviamente, incorrecto. Incluso los mejores jugadores de póker tienen sesiones de juego nefastas de tanto en tanto, le pasa a los mejores, y obviamente también le pasará a usted, es inevitable y es mejor que usted procure estar preparado mentalmente para esa partida en la que todo saldrá mal, en la que perderá casi todo lo que apueste.

Esperar que siempre nos vayan bien las cosas puede hacernos mucho más daño que la mala racha en sí, puede hundirnos en la desesperación y tomarnos por sorpresa, anulando nuestra técnica y estrategia. Nuestro objetivo debería ser siempre utilizar lo mejor de nuestras capacidades en cada sesión de juego, en cada mano. Si conseguimos adoptar esta actitud y ponerla en práctica de forma eficaz, las buenas manos y la victoria encontrarán el camino hacia nosotros.

Muchos jugadores cometen el error de evaluar su habilidad en base a los resultados que van obteniendo en las partidas que van jugando. Lo ideal sería utilizar nuestra máxima capacidad en cada sesión y en cada mano, sin prestar tanta atención a lo que ha pasado antes. Cada sesión, cada mano, es nueva, diferente. Optimizar, maximizar, esa es la clave para triunfar. Podemos tener una racha muy positiva de, por decir un ejemplo, 10 victorias sucesivas. ¿Significaría eso que somos ya unos maestros? ¿Podríamos medirnos con los grandes de este juego? Obviamente no. Tras cada sesión de juego, debemos evaluar qué tal nos ha ido, quedarnos con lo bueno y procurar no olvidar y mejorar en lo malo. Y si un día, la racha se vuelve en nuestra contra y perdemos 10 partidas seguidas, tampoco significará que somos los peores jugadores, deberemos ver donde han estado nuestros errores, y actuar en consecuencia para fortalecer nuestro estilo y no tropezar dos veces con la misma piedra.

Por supuesto, no siempre se juega con el objetivo de ganar, muchas veces querremos sólo divertirnos, y en eso el póker es inigualable. Pero siempre debemos tener claro cuál es nuestro objetivo, y jugar de forma acorde con él. Si queremos mejorar, volvernos buenos jugadores, deberemos invertir tiempo y sacrificio, no es un camino fácil, requiere tiempo, mucha práctica y una gran capacidad auto-crítica. No hay nada malo en simplemente jugar de vez en cuando, para pasar un rato agradable, apostando un dinero que estamos dispuestos a perder de buena gana.

Una vez sepamos nuestro objetivo, sentarnos a jugar será mucho más fácil. Tomar decisiones, adoptar una estrategia cerrada o abierta, agresiva o cautelosa, todo ello será siempre más sencillo, si previamente hemos hecho el ejercicio de plantearnos por qué estamos jugando, y qué esperamos sacar del juego.

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